viernes, 31 de octubre de 2008

PRIMER SALMO MONOTEISTA

HIMNO AL SOL

¡Hermosa es tu alborada, oh dios Atón, señor de la eternidad!

¡Eres resplandeciente, hermoso y fuerte!

Inmenso y profundo es tu amor: tus rayos reverberan en los ojos de todas las criaturas; tu faz extiende la luz que alienta a nuestros corazones.

Has llenado las dos tierras con tu amor, oh hermoso señor, que te has creado a ti mismo, tú que has creado la tierra entera y todo lo que hay sobre ella, los hombres, los animales, los árboles que crecen en el suelo.

Levántate para darle la vida, pues eres la madre y el padre de todas las criaturas. Los ojos se vuelven hacia ti cuando escalas el firmamento. Tu rayos iluminan la tierra toda; el corazón de todos se llena de entusiasmo cuando te ven, cuando te apareces como su señor. Cuando te pones en el horizonte occidental del cielo, tu criaturas se duermen como los muertos; sus cerebros se oscurecen, su boca se cierra hasta que tu resplandor se renueva, en la mañana en el horizonte occidental del cielo.

¡Entonces, sus brazos imploran que Ka, tu hermoso despertar a la vida, y se vuelva a nacer! Nos mandas tus rayos y toda la tierra se viste d gala: se canta, suenan músicas, se lanza gritos de alegría en el patio del Obelisco tu templo de Aketatón, la gran plaza que tanto te agrada y en donde se te ofrece el alimento en homenaje.

Tu res Atón, tu eres eterno… has creado le cielo lejano para elevarte y ver todas las cosas que has creado. Eres solo y, sin embargo, das la vida a millones de seres; sus bocas recen de ti el soplo de la vida. Cuando reciben tus rayos, reviven todas las flores que crecen sobre el suelo y se abren tu aparición. Se emborrachan con tu luz. Todos los animales se levantan de un salto; los pájaros que estaban en sus nidos despliegan sus alas, se abren para rogar a Atón, fuente de vida.

Al romper el alba en el declinar rosado de la tarde, se oía cantar, acompañado con arpa, este himno ardiente de fe